Cuántas veces he escuchado esta expresión, cuando menciono, que no sólo trabajo en una escuela cuyo modelo es la educación diferenciada; sino que además soy una mamá feliz de que mis dos hijos varones asistan a la Academia Maddox, cuyas aulas son diferenciadas, y por tanto en su salón solo hay varones.
Para abordar un tema como este, es importantísimo destacar y recordar la vieja premisa que circula de boca en boca, “hay una escuela para cada niño”, esto significa, que tal vez, un modelo tradicional es mejor para mi hijo, a diferencia del tuyo.
En muchos casos, hemos visto familias cuyos hijos asisten a escuelas diferentes, debido a las individualidades de cada uno.
Habiendo hecho esta salvedad, quisiera dedicar estas líneas a explicar las ventajas de los modelos diferenciados, sin pretender, si quiera, obviar o disfrazar lo que pudieran ser las desventajas de este modelo.
Pulso vital de alumnos y alumnas: los que son padres de familia de niños y niñas no me dejarán mentir, los desafíos que representan ser papá y mamá de un niño y de una niña a la vez. Desde el hogar, que es el mundo real, son evidentes las diferencias que los papás deben considerar a la hora de criar a sus hijos.
Pulso socioemocional de alumnos y alumnas: los que nos dedicamos a la educación, podemos admirar con emoción, las diferencias en el ritmo, profundidad e interés que tienen los niños en cada una de sus etapas, así niñas de sexto de primaria, pareciera que estrenan con mayor prontitud la pubertad y todos sus cambios, antes que los niños.
Además, podemos sumar, que las niñas, pudieran dar mucho mayor interés a las relaciones interpersonales dentro del aula que el varón.
Esto pareciera que todo los sabemos y que no nos parecería motivo suficiente para esperar que el quehacer académico esté diferenciado, porque ¡el mundo real es mixto! Sin embargo, dentro del aula, es beneficioso tanto para ellos como para ellas, compartir el interés afectivo propio de cada etapa.
Sin caer en generalidades, las alumnas pudieran ser más espontáneas dentro del aula, a la hora de responder preguntas del maestro, sus participaciones, con un despliegue mayor y mejor de habilidades sociales a diferencia del varón.
Es un hecho, que en salones diferenciados pudiera existir mejor y mayores niveles de rendimiento académico.
Todo esto sería solo campana que resuena si no contamos con maestros y maestras que hayan entendido la diferencia en los ritmos de maduración y aprendizaje entre niños y niñas.
Aunque muchos insisten en que el ejercicio profesional del docente no debería ser distinto a la hora de impartir clases, sabemos qué en la práctica, es muchísimo más eficiente poder planear clases para alumnos y alumnas, aun siendo los mismos contenidos, la forma de transmitirlos y ser recibidos es diferente.
Además, hay habilidades y gustos propios de cada género que el profesor debe saber potenciar y respetar en cada aula.
En una de mis observaciones a los salones de clase, vi con asombro como la maestra de cuarto de primaria de niñas, calificaba cuadernos de apuntes, cada alumna se levantaba mas o menos en orden llevaba su libreta y regresaba a su lugar, feliz de haber recibido un sello de estrellitas.
En el salón de enfrente estaba la maestra de cuarto de primaria de varones, calificando cuadernos y evidencias. Había mayor bullicio, los niños llevaban sus cuadernos a ser calificados, y sus sonrisas no dependían de las estrellitas, sino de la negociación que cumplía la maestra; aquellos que habían recibido la calificación, podía jugar libremente.
Estos pequeños detalles, conocerlos, validarlos y respetarlos son defendidos en nuestros modelos de educación diferenciada
¿Qué ocurre con la socialización?
No la impedimos, la promovemos. Nuestros edificios están llenos de niños y niñas, las actividades culturales, formativas, sólo estamos en salones separados para facilitar y enriquecer el proceso de aprendizaje. Nunca ha sido la intención separar niños y niñas para evitar que socialicen.