*A través de inteligencia emocional, los niños pueden aprender a identificar sus sentimientos, gestionarlos y obtener herramientas para el futuro.
Por Leticia Ríos
Las emociones se generan como respuesta de un acontecimiento interno o externo, que muchas veces es difícil gestionar para los adultos; pero entre los niños todavía se complica más, porque muchas veces no las pueden identificar.
La familia es la primera escuela, los padres son motores de comportamiento, es decir los niños hacen más lo que los padres hacen, por imitación, que aquello que les dicen que hagan; de ahí la importancia de que sean los adultos quienes aprendan a gestionar sus propias emociones, para después poder trasmitirlo a los niños.
El desarrollo emocional de la familia permite lograr un hogar, donde predomine un ambiente de paz, armonía y felicidad; es decir, si los adultos a gestionar sus propias emociones, como el estrés o la ira por otras más positivas, los niños también lo harán.
Los estudios señalan que cuando un niño pequeño ha participado en programas de educación emocional obtiene mayores competencias, logran ser más empático, reduce su ansiedad y su estrés, tiene menos comportamientos de riesgo y mejores relaciones interpersonales.
¿Cómo potenciar el desarrollo emocional?
La consciencia emocional
Es la base, es importante ayudar a los niños a identificar cuáles son las emociones que están enfrentando; pero para lograrlo, los padres de familia deben ser capaces de identificar las suyas. Podemos empezar preguntándoles ¿cómo se sienten? Y ayudar a nombrar esos sentimientos y definirlos.
Desarrollar empatía
Hay que conectar emocionalmente con los hijos, es decir, reconocer y comprender la situación por la que están atravesando, no solamente desde el aspecto cognitivo, sino también emocional.
Regular las emociones
El siguiente paso es poder regular las emociones negativas, es decir, ser capaz de prevenir, canalizar, gestionar o disminuirlas; así como fomentar las positivas.
La recomendación para los padres ante un conflicto, como un berrinche, para reducir el estrés o enojo, son: contar hasta 10, respirar profundamente, cambiar de espacio físico, cambiar de tema; por algo que le interese al niño, por ejemplo, recordarle el paseo del día siguiente.
Comunicación
Los especialistas recomiendan potenciar la comunicación con el niño, buscar espacios para hablar y escuchar activamente, prestándoles toda la atención posible, dejar a un lado lo que se esté haciendo, sin distraernos con el celular o la computadora.
Etiquetar las emociones
Para que los más pequeños aprendan a identificar sus sentimientos, podemos hablarles de los nuestros, poniendo nombres a cada uno, como: “estoy contenta porque iremos a la playa” o “me siento triste, porque la abuela enfermó”.
También es importante ayudarles a identificar sus propios sentimientos, como “pareces nervioso por el torneo de futbol de tu escuela” o “entiendo que estás enojado porque no puedes tener ese juguete, pero no lo podemos comprar”.
También podemos preguntar cuáles son las sensaciones internas y físicas, para que aprendan a identificarlas, como un hueco en el estómago o sudoración en las manos, en caso de nerviosismo.
Actualmente existe mucho material didáctico o libros para que los niños puedan identificar las emociones, a través de caritas con expresiones y relacionarlas con eventos que producen diferentes estados de ánimo, como: “jugar futbol, me hace feliz” o “cuando mi perrito se perdió, me sentí triste”.
En caso de mal comportamiento, la recomendación es no etiquetar, debemos evitar decir “eres malo, porque hiciste berrinche”, pero si dejar claro que su comportamiento no fue correcto, “estuvo mal que aventaras tus juguetes, cuando hiciste berrinche”.
Las especialistas recomendaron, acompañar al niño en situaciones de conflicto, dejarlos expresar sus emociones, pero sin permitir que ellos se hagan daño o hagan daño a otros.